Para Colombia la situación es particular: mientras en el mundo las amenazas de una recesión se ciernen sobre los países desarrollados, acá aún se mantiene el ritmo de una economía en crecimiento y dinámica. El año pasado el PIB logró un incremento de 10,6 por ciento y en el primer trimestre de este año, la cifra –comparada con el mismo periodo del año pasado– fue de 8,5 por ciento.
Esta noticia es un bálsamo en medio de la incertidumbre actual de los mercados y de las principales economías globales. Estados Unidos, en el primer trimestre de este año se contrajo 1,5 por ciento, y China, con la decisión de confinamientos y restricciones para enfrentar nuevos brotes de covid-19, reduciría su crecimiento de 4,8 a 4,3 por ciento, según la calificadora Fitch. Pero, además, los efectos de la guerra –en donde Rusia es uno de los principales proveedores de petróleo y gas para Europa, y Ucrania, gran productor de trigo, maíz y fertilizantes– han generado un escenario preocupante que podría frenar la economía global, seguir impulsando los precios y golpear a los más vulnerables en el planeta.
Se prevé un primer semestre muy dinámico en materia de crecimiento económico. Uno de los principales motores ha sido el gasto de los hogares impulsado por tres hechos clave: la recuperación del empleo, una intensa competencia en el mercado de crédito que está fluyendo hacia los hogares y las remesas que, en los tres primeros meses de este año, llegaron a 2.045 millones de dólares, frente a los 1.949 millones del año pasado, provenientes especialmente de Estados Unidos y de España. Y con un dólar al alza, estos recursos representan más ‘gasolina’ para el consumo.
Como lo comentó en su momento José Ignacio López, director de Investigaciones Económicas de Corficolombiana, “hay que empezar a encender las alarmas de cómo se ve el segundo semestre”. Es posible que el país sienta con más fuerza la desaceleración global. Los principales mercados de Colombia, como Estados Unidos, ya están con economías en contracción y el crecimiento se puede ralentizar; algunos estiman la posibilidad de una estanflación –bajo crecimiento con alta inflación–.
En ese contexto, por una parte, se podrían afectar las remesas por la desaceleración en Estados Unidos y el aumento de las tasas; y por otra, el efecto de la inflación golpeará a algunos tipos de consumo y a determinados segmentos de la población. “El segundo semestre se ve más complejo. Debemos hacernos a la idea de que estas tasas de crecimiento se van a ir enfriando rápidamente hacia el segundo semestre y 2023 va a registrar un crecimiento más moderado”, explica López.
Si no se gestionan bien los riesgos que se van configurando y se implementan malas ideas de política, probablemente en 2023 se podría crecer a una tasa baja. Uno de los escenarios es que el crecimiento del año entrante apenas bordee cifras superiores al 2 por ciento.
Ya algunos sectores muestran preocupación. Como lo advirtió la Cámara Colombiana de la Infraestructura (CCI), hay bajos índices de ejecución de obra pública, que, al margen de las buenas noticias del primer trimestre, tuvo una contracción en obras civiles de 4,9 por ciento, uno de los sectores llamados a impulsar y jalonar la economía.
También se han encendido las alarmas en el sector agropecuario. Un informe de Bancolombia advierte del decrecimiento (-2,5 por ciento) en el PIB real del agro en el primer trimestre de este año, periodo en el que la economía tuvo un incremento de 8,5 por ciento. Aunque por subsectores hay variedad en los comportamientos, todos tienen un factor en común: el encarecimiento de los costos.
El nuevo gobierno tendrá que lidiar con una de las mayores preocupaciones: el alto nivel de la inflación que en el año terminado en abril ya llegó a 9,23 por ciento, por encima de las perspectivas de los analistas que la calculaban en 8,8 por ciento.
Los altos registros de inflación afectarán la capacidad adquisitiva de los hogares. Este es uno de los mayores retos que enfrentará la demanda doméstica a lo largo del presente año y el siguiente. Aunque viene impulsada por alimentos y regulados, a diferencia de otros países en el mundo, la inflación no refleja un aumento en los precios de la gasolina para los consumidores finales. El Fondo de Estabilización de Precios de los Combustibles ha permitido que el precio de la gasolina, por galón, se mantenga apenas por encima de los 9.000 pesos, cuando debería estar en unos 16.000. Su déficit podría llegar a superar los 20 billones de pesos este año. Es decir, se cambió un problema inflacionario por uno fiscal. De acuerdo con las minutas del Banco de la República (con datos de inflación a marzo), las expectativas de inflación de los analistas se incrementaron a 7 por ciento para 2022, mientras que para 2023 son de 4 por ciento y para un horizonte de 24 meses, de 3,7 por ciento.
“La persistencia de las disrupciones en las cadenas globales de valor, el recrudecimiento de la invasión de Ucrania y los nuevos confinamientos en China ante los rebrotes de covid-19, podrían agudizar las presiones al alza sobre los precios de los alimentos y de la energía a nivel mundial”, dice el documento del Emisor.
Desde julio de 2000, Colombia no registraba una inflación tan alta como la del pasado mes de abril. La coincidencia es el momento por el que pasa el país. Hace 22 años Colombia apenas empezaba a salir de la crisis de 1999, año en que la economía se contrajo más de 4 por ciento. Ahora está saliendo de la crisis originada por la pandemia y ante la incertidumbre de una profunda desaceleración global. La diferencia con hace un poco más de dos décadas es que no se sabe si ya pasó lo peor en materia de inflación.
Para algunos, todavía puede seguir creciendo y solo hasta el segundo semestre se retomaría una senda a la baja. La inflación es el mayor impuesto para los más pobres. Y los alimentos, un gasto inaplazable, son los que más vienen creciendo, con un aumento superior al 26 por ciento en la variación anual a abril, mientras que la comida fuera de casa, en particular el popular corrientazo, creció más del 14 por ciento en ese mismo periodo.
Pero esta no es la única inflación en alerta. El Índice de Precios al Productor (IPP) está aún más disparado, y a abril, en su variación anual, llegó a 35,65 por ciento.
Para los empresarios, la coyuntura es muy compleja: los precios de insumos y materias primas al alza presionan las rentabilidades y la sostenibilidad del negocio. A esto se suma el incremento en las tasas de interés, lo que podría afectar los planes de inversión e, incluso, haría que no se lograran los cierres financieros para el desarrollo de nuevos proyectos, por ejemplo, en infraestructura y vivienda.
“El crecimiento de la inflación en el país está generando una presión social muy grande. En muy poco tiempo la inflación se estará comiendo el aumento del salario mínimo que fue decretado en diciembre, y el poder del salario real de los colombianos va a empezar a contraerse al final de este mes. Pero acompañado de eso, en particular, las decisiones de inversión extranjera directa podrán simplemente pausar hasta conocer los resultados de la elección presidencial, para decidir si toman riesgos o no en el país Y eso sí podría causar un freno a la situación económica del país”, agrega Guzmán, de Colombia Risk.
Pobreza y empleo
Con una inflación al alza golpeando con fuerza a los más vulnerables, el mayor reto para el próximo gobierno es acelerar la reducción de la pobreza. Según el Dane, la pobreza monetaria llegó en 2021 al 39,3 por ciento de la población; es decir, cerca de 19,6 millones de colombianos subsisten cada uno con un poco más de 350.000 pesos mensuales. Para el año 2020, en medio de la pandemia, la cifra superó el 42,7 por ciento y unos 21 millones de colombianos estuvieron en esa situación. Esto significa que 1,4 millones de personas lograron, en 2021, superar la condición de pobreza monetaria.
Por el lado de la pobreza extrema –los colombianos que sobreviven con 161.000 pesos al mes–, la cifra el año pasado fue de 12,2 por ciento, una caída de 2,9 puntos porcentuales frente a 2020. 3,6 millones de personas entraron a condición de pobreza durante la pandemia y apenas salieron 1,4 millones. Es decir, quedan pendientes 2,1 millones de personas que aún viven en esa condición.
Sin duda, la reducción de la pobreza se logra con mayores y mejores empleos. El más reciente dato laboral del Dane (a marzo) muestra una tendencia a la baja del desempleo en el país; al comparar la cifra de ese mes de 2021 con la del mismo mes de 2022, pasó de 14,7 a 12,1 por ciento, pero aún sigue más alta que en la etapa de prepandemia.
Según un análisis de la firma de Javier Hoyos Asesores, la reducción obedece a la mayor dinámica en el empleo frente a las personas que salieron a buscarlo. En efecto, la ocupación creció el 7,9 por ciento, mientras que la oferta laboral lo hizo al 4,7 por ciento. En términos absolutos frente a marzo de 2021 el empleo aumentó en 1.585.000 puestos de trabajo, de los cuales 998.000 fueron para mujeres, 13 por ciento más, y 585.000 para hombres, 4,7 por ciento más. La tasa de desempleo en los hombres bajó del 11,8 al 9,6 por ciento y en las mujeres del 19 al 15,6 por ciento.
Así pues, el crecimiento y una economía dinámica no son suficientes para sacar a más gente de la pobreza. Es necesario generar más empleos, que deberán llegar por el sector privado, y darle sostenibilidad al desarrollo futuro de las empresas, que hoy están amenazadas por un alto aumento en sus costos y el incremento en las tasas de interés.
“Estamos viendo un ambiente social bastante tenso, en donde las protestas y las marchas están a flor de piel. La gente tiene una gran insatisfacción, y si bien las elecciones son un conducto para llevar esa insatisfacción hacia las urnas, vemos un riesgo evidente de que haya protestas sociales este año, si no ya, puede ser en un par de meses”, reitera Guzmán, de Colombia Risk.
Las cuentas
La gestión económica del presidente Duque pasa por un crecimiento de la economía que en 2018 fue de 2,7 por ciento, pero que en la pandemia se contrajo 7 por ciento. Sin embargo, en 2021 logró una cifra récord de doble dígito. En desempleo, lo recibió en 9,4 por ciento y lo entregará en cerca de 12,1 por ciento, buscando llegar a niveles prepandemia. La pobreza, que estaba en 26,9 por ciento, queda para 2021 en 39,3 por ciento. La deuda se disparó para buscar recursos y atender la crisis sanitaria y el déficit que era de 23 billones terminará en este periodo en cerca de 82 billones de pesos.
En medio de este contexto, las cuentas para el gobierno que llega estarán apretadas. El panorama que dejaría este Gobierno establece ingresos por recaudo de impuestos por 183 billones de pesos, casi 23 billones más que en 2021, gracias a la lucha contra la evasión, los ingresos que dejó la pasada reforma tributaria y, por supuesto, una mayor dinámica económica, de la mano de la reactivación. En total, de acuerdo con el Plan Financiero, se estima que los ingresos totales del Gobierno superen los 201 billones de pesos en 2022, mientras que los gastos serían de 281,6 billones. El déficit fiscal sería de cerca de 80 billones, que, como porcentaje del PIB, representa 6,2 por ciento, una disminución de 2 puntos frente a 2020.
El Plan Financiero se hizo sobre un presupuesto de barril del petróleo a 70 dólares, pero en promedio en el primer trimestre estuvo en 98 dólares y en estos meses no ha bajado de 100, lo que le permitiría al Gobierno tener un margen de maniobra adicional. Por cada dólar de más que sube el precio del petróleo durante un año, al país le ingresan cerca de 100 millones de dólares que no tenía en las cuentas iniciales.